CAREY MULLIGAN UNA INTÉRPRETE GENUINA
La exquisita actriz Carey Mulligan estrenó su película Wildlife abriendo el Festival de Sundance, en Utah, y luego llegó hasta el Festival de Cannes, en Francia, donde subió los escalones famosos de la alfombra roja del teatro Lumière.
En ese lugar tan exclusivo, donde prohíben hasta los selfies con los famosos, nos encontramos con ella y conseguimos hablar acerca de varios temas interesantes. Aquí, nuestra conversación:
Hay quienes dicen que la alfombra roja no tiene que ver con el cine. Sin embargo, es una de las partes más importantes de los festivales alrededor del mundo y en Hollywood. ¿Disfrutas esta parte de tu trabajo?
Hay algo increíble en el hecho de pararte frente a la gente sobre una alfombra roja, al lado de las personas con las que filmaste una película. Es la mejor forma de celebrar. Son 20 segundos maravillosos, pero el resto es bastante difícil. Disfruté el momento en que estuve parada junto al director Paul Dano para celebrar el estreno europeo de Wildlife. Lo bueno del festival de Cannes y la película Wildlife es que no se trata de Black Panther. No es una superproducción de superhéroes, y un lugar así resulta una plataforma increíble para hablar del tema. En ese sentido, la alfombra roja es muy útil.
¿Qué piensas de que la gente no pueda llevarse un recuerdo de la experiencia en la alfombra, como en el caso de Cannes, donde están prohibidos los selfies?
Es maravilloso cuando la gente va a apoyar nuestro trabajo y me parece bueno que se tomen selfies, pero, la verdad, es la única opinión que puedo darte en ese sentido.
Antes de aparecer, a los 18 años, como “Kitty Bennet” en Pride & Prejudice, Carey ya había demostrado su pasión por la actuación cuando, en el último año de la escuela Woldingham, se animó a participar en la producción Sweet Charity.
El prestigio internacional no tardó en llegarle a la actriz británica que cumple 34 años el 28 de mayo, cuando la postularon para el Oscar por An Education y Oliver Stone la eligió para acompañar a Michael Douglas y Shia LaBeouf en la segunda versión de Wall Street.
Con LaBeouf salió un tiempo, pero hoy está felizmente casada con el cantante Marcus Mumford, del grupo Mumford & Sons. Son amigos desde la infancia y se volvieron a encontrar gracias al cine, cuando filmaron juntos la película de los hermanos Coen Inside Llewyn Davis. Se casaron unas semanas después de terminar el rodaje, en abril de 2012, y tienen dos hijos: Evelyn Grace y Wilfred.
El filme Wildlife tiene que ver con padres e hijos. En este caso, un adolescente observa cómo se destruye el matrimonio de sus padres luego de que su madre se enamora de otro hombre.
De cierta forma, ¿necesitas sacar un selfie de tu vida para encontrar un punto común con los personajes que interpretas?
Lo que me identificó más con Wildlife al leer el guión fue ver a alguien que un día despierta y se da cuenta de que el tiempo pasó. Ese sentimiento de pánico que puede darte cuando te das cuenta de que ya no tienes 21 años, que nunca más vas a tener la misma libertad y que tu vida cambió de curso, te despierta y da terror de cierta forma. Todas las versiones de la vida que ella imaginaba en su adolescencia desaparecieron. Ahora es madre de un niño de 14 años, en un matrimonio donde no es feliz y en un lugar que ni siquiera le gusta. Creo que la película prueba todas las identidades que pudo haber tenido si su vida hubiera tenido otro rumbo.
¿Ese es el tipo de rol que buscas a la hora de aceptar un guión?
Me gustan los personajes de mujeres reales. Lo que me gustó tanto de Wildlife es que sus fallas las discute incluso con el esposo, y es difícil encontrar mujeres que fallan en el cine. He participado antes en trabajos en los que mi personaje, originalmente, se comporta de una forma nada placentera moralmente, y eso lo represento en el estudio. Sin embargo, a la hora de editar la versión final, terminan cortando. Al preguntar por qué, han llegado a decirme que al público no le gustaría que yo no fuera tan buena. Eso es una pésima forma de pensar. No creo que esto sea cierto. Creo que, si no muestras a una persona con todas sus fallas, no estás mostrándola tal cual es. Lo que me gusta de “Jeanette” es que muestran los errores que comete. No es buena como madre, no es buena como esposa, pero eso tampoco la define como mala madre o mala esposa. En el cine, por lo general, si una mujer se comporta mal se convierte en la villana. Y ella no es ninguna villana, solo tiene una mala semana.
Has trabajado con muchas directoras, como en el caso de An Education y Suffragette. ¿Ha sido esto casualidad o lo has buscado?
No lo he buscado. Simplemente, me han ofrecido esos buenos roles. Hace poco, hice una obra en Londres con Lyndsey Turner, una directora de teatro increíble, pero esto no es algo deliberado; me he cruzado en el camino con directoras realmente brillantes. En Suffragette también me dirigió una mujer; pura casualidad. La guionista y la productora eran mujeres también.
¿Es cierto que la película An Education, por la que te postularon a un Oscar, no te gustó?
La vi en Los Ángeles una semana antes de estrenar en Sundance y llamé a mi madre diciéndole que me parecía terrible, que no podía ir a Sundance, que nos iba a ir pésimo y nos iban a echar (ríe). Nunca me había visto tanto en una pantalla de cine y pensé que era aburrida. Mostraban demasiado mi rostro y yo no hacía más que mirar cosas. Fue muy extraño, pero les gustó a todos y desencadenó una serie de eventos que nos llevaron hasta el Oscar. Fue una locura. Hoy me arrepiento de no haberlo disfrutado. Hubo tantas cosas buenas, como el Golden Globe, pero hasta el final no me di cuenta de que era una oportunidad única en la vida. La mayor parte del tiempo me la pasé pensando que no debía haber estado ahí. ¡Tenía que haberlo disfrutado!
¿Y la experiencia del Oscar?
La noche del Oscar me divertí. Fue genial. En ese punto ya me estaba dado cuenta de que todo estaba terminando y empecé a disfrutarlo.
Netflix consiguió varias nominaciones al Oscar gracias a tu película Mudbound, pero no compitieron en Cannes porque se niegan a estrenar en una sala de cine francesa antes del streaming en los hogares. ¿En qué lado de esa batalla estás?
Mudbound fue producida de forma independiente y terminó siendo adquirida por Netflix. Incluso, habíamos ido a Sundance y, aunque gustó, nadie la compró. No hubo un millón de ofertas para Mudbound.
¿Qué crees que pasó?
A lo mejor le faltaba una superestrella de cine, más allá de Mary J. Blige, que pudiese conseguir que alguien comprara la película mucho más rápido. No sé… Tampoco me interesa demasiado. Netflix nos brindó una plataforma, una posibilidad para que la gente la viera. Y, si no fuera por Netflix, a lo mejor jamás hubiera pasado por el cine. En ese sentido, tengo que estar agradecida.
¿Te parece importante que una película se exhiba primero en el cine?
Me parece bueno, pero yo solo quiero que la gente la vea. La mayor parte del tiempo, cuando haces una película independiente, solo buscas un público. Me encanta ir al cine y eso es algo que no creo vaya a desaparecer. Fui a ver Tully con ocho de mis amigas y disfrutamos esa experiencia en grupo, pero yo también quiero que la gente vea mi trabajo y, si eso significa que sea por un servicio de streaming, que así sea.
¿Te interesa dirigir o producir tus propias películas?
Estoy casi produciendo una película sobre Kate Web, que fue una corresponsal en Vietnam. No sé si realmente quiero dirigir. (Me gustaría) producir, a lo mejor, películas donde no tenga que ser necesariamente la protagonista.
¿Cuál ha sido el rol más difícil de tu carrera?
En cine, el de Wildlife. En teatro, definitivamente, el de Girls & Boys, porque fue un monólogo. Sabía que iba a ser difícil, pero estar sobre un escenario sola… Cuando actúas, la mayor parte del trabajo se logra con otra persona, que te hace olvidar todo lo demás, pero, cuando no hay nadie más para pretender, me doy cuenta de lo estúpido que puede ser mi trabajo (ríe).